¿Es la fiebre un mecanismo defensivo?
( Publicado en Revista Creces, Enero 1986 )

Puede sonar a herejía, pero muchos médicos se abstienen hoy a bajar la fiebre de sus enfermos. Estiman que las defensas del organismo funcionan mejor a altas temperaturas. La investigación básica y clínica parece estar dándoles la razón.

Cuando alguien se enferma, especialmente un niño, lo primero que preocupa es la fiebre y el médico trata rápidamente de bajarla. No hacerlo nos llamaría poderosamente la atención. Pero es bueno plantearse la pregunta de si se actúa o no correctamente con esta costumbre inveterada. Parecen existir antecedentes de que no sería bueno reducir la fiebre, ya que constituiría un factor importante dentro de los mecanismos de defensa.

Escribirlo así, tan sueltos de cuerpo, parece como una irreverencia para la medicina la práctica familiar.

El síntoma capital durante una enfermedad infecciosa es la fiebre, indican los textos clásicos de patología. Señalan que suele asociarse a otra serie de síntomas, constituyendo lo que se llama el síndrome febril. Este consta de aumento de la temperatura del cuerpo, taquicardia, sensación de frío, calofríos, convulsiones en los niños, malestar general, dolores de cabeza, sed, falta de apetito, etc.

Esta respuesta normal a la infección no es sólo característica del Hombre, sino de casi todas las especies animales. Cuando se infectan animales en forma experimental, la evolución y el pronóstico son muchos mejores en aquellos en que no se hace descender la fiebre y se los deja evolucionar espontáneamente. Se ha observado, por ejemplo, que en iguanas inyectadas con una determinada cepa bacteriana, la reacción de aquellas en que se dejó que la fiebre durara más o menos cinco días fue diferente que en las tratadas para que les bajase la temperatura. En las primeras sobrevivieron todas manos una, en tanto en el grupo tratado falleció más de la mitad.


Protección

Estos hallazgos han sido corroborados y profundizados por inmunólogos. No sólo los lagartos, sino que los peces muestran mayor sobrevivencia si pueden elevar su temperatura. Peces infectados, por ejemplo, también elevan su temperatura y para ello nadan hacia aguas más calientes. Si no logran hacerlo entonces mueren.

Muchos investigadores creen hoy que la fiebre parece no ser tan peligrosa en sí y, por el contrario, sería un mecanismo de protección. Claro, no todos los médicos están de acuerdo con ello. La reacción natural ha sido siempre la de bajar la fiebre, incluso a través de métodos bastante drásticos, como meter a un niño en una tina con agua helada donde flotan trozos de hielo. La fiebre tal vez pueda ser peligrosa por otra razón: cuando sube la temperatura, el corazón late más rápido y aquello puede resultar riesgoso para los pacientes que presenten una alteración cardiaca. Lo mismo podría ser para quienes tengan dificultades respiratorias, ya que la fiebre aumenta la demanda de oxígeno. El Dr. James Fruthaler, profesor de pediatría de la Universidad de Tulane, dijo en una reunión de la Academia de Pediatría de los Estados Unidos, algo que pareció una aberración: "La fiebre no es importante y no es necesario tomar la temperatura de los niños en forma rutinaria. La fiebre no causa daño en sí y los casos de daño cerebral que se han descritos no son debidos a fiebre, sino que por la enfermedad que genera la fiebre".

Muchos de sus colegas se pararon de sus asientos y prefirieron no seguir escuchándolo.


Historia

Al parecer los antiguos tenían razón. Hipócrates, padre de la medicina, decía hace 2.500 años que la enfermedad era "un imbalance de los humores del cuerpo" y que la fiebre era un esfuerzo del cuerpo para quemar las sustancias dañinas. Thomas Sydenham, médico inglés del siglo XVII, considerado el fundador de la clínica moderna, describía a la fiebre como un interesante mecanismo al que la naturaleza echaba mano para conquistar a sus enemigos. En el pasado, los médicos incluso inducían la fiebre para el tratamiento de la sífilis (y con positivos resultados), y más recientemente se ha recurrido a inducir fiebre para tratar ciertos cánceres.

Sólo a partir de 1.900, la fiebre dejó de ser considerada como favorable, lo que coincidió con la introducción desde Alemania de la aspirina. Probablemente los médicos asociaron la acción analgésica del fármaco con que al mismo tiempo bajaba la temperatura y concluyeron aceptando que era bueno provocar tal descenso. De allí en adelante vino la presión de la industria farmacéutica y bajar la fiebre pasó a ser un dogma médico, el que nunca se ha demostrado como beneficioso.

En los años recientes se han multiplicado las observaciones que demuestran que no es conveniente bajar la fiebre. Los estudios realizados en conejos, a los que se suprimió la fiebre con drogas, demostraron que éstos aumentan el riesgo de morir por la enfermedad. Otro tanto se ha demostrado en cerdos recién nacidos y en cachorros de perros, los que resisten mejor las enfermedades virales si no se les desciende la fiebre. Desgraciadamente y en atención a razones éticas, este tipo de experiencias no puede realizarse en seres humanos. Si la fiebre se eleva mucho, el médico inmediatamente administra una droga porque teme, entre otras cosas, que se produzcan convulsiones.


Utilidad

Normalmente el organismo mantiene un balance térmico cero, es decir, la producción de calor o termogénesis iguala a las pérdidas de esto o termolisis. La primera resulta del metabolismo general, con un papel muy importante de la contracción muscular. Tienen importancia también algunas hormonas, como la tiroxina y adrenalina. La absorción de calor desde el medio (por ejemplo, en el verano) normalmente no influye. La pérdida de calor puede ocurrir por radiación, evaporación, conducción y convección.

Con respecto a la temperatura, existen dos núcleos en el organismo: el núcleo homeotermo (cavidades craneana, torácica y abdominal), en el cual se mantiene constante la temperatura, y el núcleo heterotermo (piel, subcutáneo y capas de profundidad variable), en el cual la temperatura no es constante. La temperatura del cuerpo es regulada por el centro termorregulador, ubicado en el hipotálamo, cerca de la base del cerebro. Esquemáticamente, este núcleo puede dividirse en dos: un núcleo de la termogénesis y otro de la termolisis. Ambos centros poseen información de la temperatura cutánea a través de los receptores del frío y del núcleo homeotermo, por la temperatura de la sangre que los baña. El centro de la termogénesis, a través de vías diferentes, provoca vasocontricción, calofríos y secreción de adrenalina. El centro de la termolisis, en cambio, determina dilatación arteriolar y sudoración.

Todos los animales endotérmicos tienen una temperatura interna óptima que funciona más eficientemente. Esta se mantiene dentro de los rangos normales por el control que se gatilla desde el cerebro. El centro termorregulador funciona como un verdadero termostato. La fiebre se puede producir por muchas causas, aparte de las que aquí hemos citado. Entre ellas están la necrosis celular, que ocurre en la cirugía, traumatismos, hemorragias y hematomas, hemólisis e infartos; en las reacciones de hipersensibilidad; durante la deshidratación; en enfermedades metabólicas y -más raramente- en algunas de tipo endocrino. Puede ser ocasionada también por medicamentos y sustancias químicas, por lesiones del sistema nervioso central o por factores sicógenos.

La fiebre se produce cuando, el termostato se eleva por cualquiera de las causas indicadas. Cuando el hipotálamo inicia el proceso, los músculos comienzan a tiritar para generar calor y al mismo tiempo se reduce la circulación sanguínea hacia la piel, para minimizar así la pérdida de calor. El enfermo reacciona abrigándose o tomando alimentos calientes. Una vez que la fiebre desaparece ocurre lo inverso: comenzamos a transpirar y retiramos las frazadas.

La capacidad de producir fiebre se debe, en parte, a la liberación de sustancias llamadas pirógenos endógenos (PE), derivados -principalmente- de glóbulos blancos (leucocitos polimorfonucleares neutrófilos) que actúan sobre el centro termorregulador determinando que éste establezca la temperatura a un nivel más alto. Es decir, en vez de regular a 37° C lo hace a 38° C o más. Parece ser que con la llegada de sustancias extrañas al torrente circulatorio, estos PE se liberan de los glóbulos blancos y comienzan a actuar los mecanismos de defensa. El "termostato" del hipotálamo se activa, probablemente, a través de las prostaglandinas, sustancias que se encuentran prácticamente en todos los tejidos del cuerpo.

Además de elevar la temperatura, la liberación de los PE estimula la producción de linfocitos T, células vitales en los mecanismos de defensa. Estudios de Gordon Duff y Scott Durum, de la Universidad de Yale, muestran que al subir la temperatura la producción de linfocitos T aumenta casi 20 veces. La elevación de la temperatura refuerza el efecto del agente antiviral llamado "interferón", el que es tres veces más efectivo para combatir los virus si la temperatura es superior a los 38° C.

Otra característica muy especial de los PE es su capacidad para atrapar hierro del plasma, aparentemente para prevenir que las bacterias -que lo necesitan para su subsistencia- se multipliquen. Al disminuir el hierro las bacterias no pueden multiplicarse.

Parece entonces que la fiebre fuera parte de todo el proceso defensivo y que, por lo mismo, no sería conveniente preocuparse por hacerla descender. A pesar de lo señalado, quedan todavía muchas interrogantes. No se sabe, por ejemplo, por qué la fiebre es más alta en algunas infecciones que en otras, o por qué algunas personas -en especial niños- hacen fiebres tan elevadas al ser infectados con los mismos microbios. No se sabe tampoco qué mecanismo se desencadena para que la fiebre caiga cuando termina la infección. Probablemente se producen otras sustancias cuando ya la infección ha sido derrotada.

El problema, como se aprecia, no está resuelto. Muchos médicos dicen que no están convencidos y que si de ellos depende, continuarán haciendo bajar la fiebre, porque ello alivia y reanima al enfermo. Pero la investigación parece demostrar que es conveniente dejar que espontáneamente la fiebre siga su curso. En todo caso, el dilema aún requiere de mucha investigación.



Para saber más


(1) Kluger, J., Matthew. Fever: its Biology, Evolution and Function. Princeton University Press. New Jersey, 1979.

(2) Duff, Gordon; Durum, Scott: Fever and Immunoregulation: Hyperthermia, Interleukin 1 and 2, and T-cell Proliferation. The Yale Journal of Biology and Medicine. Vol. 55, 1982.

(3) Norbert, Robert. Temperature and Host Defense. Microbiological Review. June, 1979

(4) Dinarello, Charles; Wolff, Sheldom. Molecular Basis of Fever in Humans. The American Journal of Medicine. May 1982.

(5) Kiester, Edwin. A Little Fever is Good for you. Science 84. November. pp. 168-173.



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